De por sí, una boda es un acontecimiento lleno de reglas y rituales, pero ya si hablamos de una boda en donde están involucrados reyes, duques, condes, vizcondes, barones y demás personajes de sangre azul provenientes de todo el mundo, el protocolo se vuelve mucho más exigente y detallado, pues se trata de un contexto donde están involucradas tradiciones centenarias que han sobrevivido precisamente por eso: porque saben respetar y seguir sus rituales al pie de la letra.
La fecha
La misión de escoger una fecha de boda es mucho más difícil para unos novios reales que para cualquier otra pareja del mundo. La complejidad se debe a que tienen que encontrar un día que no coincida con ningún otro acontecimiento, no sólo de su país de origen (como la fecha de la independencia, el día de la constitución, etcétera), sino también del mundo, como el aniversario del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York o alguna otra fecha que se identifique internacionalmente.
Como en cualquier boda, una vez que se decide la fecha, se inicia todo tipo de preparativos, sólo que a mucho mayor escala que los de una boda convencional. Además, como sucede con las nupcias de una pareja real de alto peril, los medios de comunicación realizan una cobertura impresionante, por lo que tienen que ser avisados de la fecha cuanto antes para poder iniciar su logística.
Las invitaciones
Las invitaciones de boda, por supuesto, están hechas con los más finos materiales y cumplen con la elegancia requerida en su redacción. En ellas, como es común, se incluye el nombre completo de los novios, la fecha y hora de la ceremonia, así como el recinto donde se llevará a cabo, como fue el caso de la catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid en la boda de los príncipes de Asturias o la abadía de Westminster en la boda de los duques de Cambridge. Además, se solicita una confirmación y se especifica el código de vestimenta que deben llevar los invitados.
Algo interesante del protocolo británico es que las invitaciones a los miembros de la familia real son extendidas por la reina, pero a través del Lord Chamberlain, que actualmente es Sir Earl Peel, caballero de la Real Orden Victoriana y cuya oficina es la encargada de organizar todos los eventos de la familia real británica. De esta manera, en la invitación de bodas de Guillermo y Catherine decía: «Lord Chamberlaine tiene orden de la reina de invitar a…» (The Lord Chamberlain is commanded by The Queen to invite…).
La tradición indica que las invitaciones deben ser enviadas por lo menos 45 días antes de la fecha señalada. Y tratándose de una boda real, la selección de invitados es un asunto mucho más serio que el de un matrimonio tradicional, pues no sólo deben incluirse los familiares y amigos más allegados a la pareja, sino que la lista de invitados debe ser un ejercicio impecable de relaciones públicas e incluir a aquellas personas de distintos ámbitos -monárquico, político, económico, social, de entretenimiento, etcétera- con quienes se quiera mantener, fortalecer o establecer una buena relación.
Vestimenta
En el caso del atuendo se deben seguir prácticamente los mismos esquemas que en una boda convencional: jamás opacar a la novia vistiéndose de blanco, beige o marfil, cumplir con el código señalado en la invitación (que puede ser formal, coctel, etiqueta, etiqueta rigurosa, etcétera), vestirse de acuerdo con la estación del año y hacerle caso al sentido propio de formalidad, elegancia y buen gusto, evitando así los colores demasiado chillantes, los escotes muy pronunciados, los tacones super altos y el exceso de adornos.
Para la iglesia se recomienda cubrirse los hombros y brazos si el vestido es strapless o de manga corta. En las bodas reales europeas es muy común el uso de guantes (como los de marca Dents, muy usados por la realeza británica), las mantillas o los sombreros que no sean demasiado exagerados, y es raro ver a invitadas vistiendo de negro, ya que este color se relaciona más con funerales o citas de negocios que con bodas.
En el caso de los hombres es un asunto parecido: traje, esmoquin o lo que esté determinado en la invitación o, bien, uniforme de gala en caso de que pertenezcan a las fuerzas armadas, (como muchos nobles). El sombrero de copa también es buena opción en las bodas reales europeas, sólo que hay que quitárselo mientras se está en la iglesia.
William Hanson, un inglés experto en protocolo, recomienda que las parejas coordinen su atuendo, no para ir del mismo color, sino para verse bien juntos y que por su vestimenta no parezca que van a eventos distintos.
Puntualidad
Llegar a la hora exacta de la cita es primordial, pues toda la ceremonia está planeada al detalle, y en una boda real los asientos están reservados y dispuestos de acuerdo con el orden jerárquico de los invitados. De esta manera, cada persona tiene que estar en su puesto para darle la recibida a la reina y/o rey, quien debe ser la última persona en entrar al recinto para esperar en su sitio de honor a la novia y su cortejo (madrina, pajes, etcétera).
Comportamiento con la realeza
Por protocolo, cualquier persona debe darle un trato especial a un miembro de la realeza, particularmente si se pertenece a los países que estos monarcas reinan. Una de las reglas básicas al saludar es hacer una leve inclinación de cabeza con la mirada hacia abajo en el caso de los hombres, y una pequeña genuflexión (poner un pie detrás y flexionar las rodillas) en el caso de las mujeres.
También hay que considerar que jamás se debe tocar a un miembro de la realeza a menos, claro, de que ellos tengan la iniciativa, como, por ejemplo, si alguno de ellos nos extiende la mano en forma de saludo hay que corresponder sin apretar o sacudir la mano.
Definitivamente, los abrazos, besos y las palmaditas en la espalda están prohibidos.
Para dirigirse a ellos por primera vez en una conversación hay que hacerlo con la frase «su majestad«, y las veces consecuentes llamarlos «ma’am» (contracción de «madam«, «mi señora» en francés) en el caso de la reina de Inglaterra; «sir» para los príncipes Felipe de Edimburgo, su hijo Carlos y su nieto Guillermo, y «su alteza real» para los reyes de España, por ejemplo.
Por otra parte, es de mala educación iniciar un diálogo con un miembro de la realeza, pues hay que esperar a que ellos lo hagan y se debe evitar hablar de temas personales o polémicos.
En la recepción
Por supuesto, en la mesa de un banquete nupcial real se solicitan los mejores modales, como un buen manejo de los cubiertos y de las copas (saber cuál corresponde con cada alimento o bebida), no meterse bocados demasiado grandes, dar grandes sorbos y mucho menos emborracharse.
Una regla interesante es que si estamos compartiendo la mesa con algún rey o príncipe, no se debe seguir comiendo cuando ellos hayan terminado. Por supuesto, la mayoría son muy considerados, así que comen despacio para darle tiempo a todos de concluir.
Los bolsos y los teléfonos jamás se deben dejar encima de la mesa, y estos últimos deben estar apagados o en silencio. De hecho, no deberían usarse, ya que los de sangre azul jamás perdonan a quien no honre el privilegio de departir con ellos y ventile detalles de su experiencia en las redes sociales.
Como en todo menú nupcial, se tiene especial cuidado en la preparación y selección de los alimentos, y en una boda real, por incluir invitados de distintas partes del mundo, el menú se puede modificar para acomodarse a la cultura, religión o costumbres de cada persona. Los vinos suelen ser originarios y representativos del país nativo de los novios, como los tintos de La Rioja que se sirvieron en las nupcias de los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia.
Finalmente, es de buena educación partir a una hora prudente y no ser de los últimos en irse de la fiesta.
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